viernes, 17 de junio de 2011

Primer Contacto

Se había pasado toda su vida solo, sin haber tenido contacto alguno con los de su especie. Se asemejaba más a un iceberg ambulante que a un animal.

No encontraba las emociones. Se sentía totalmente abandonado entre desconocidos, que no eran como él, que no le comprendían ni podían hacerlo. Tampoco se entendía a sí mismo. No sabía de donde venía, cómo había llegado a ese lugar.

Un día, su vida cambió por completo.

Cuando la vio por primera vez, algo totalmente inédito aconteció en su interior. La soledad, que durante tanto tiempo le había acompañado, mano a mano, durante toda su vida, a la cual ya se había acostumbrado, se esfumó.

En ese momento se vio reflejado en ella. Se encontró a sí mismo al encontrarla a ella. Tenía cuatro patas como él. Bigotes, orejas puntiagudas.

Se acercó a ella con temor, con cuidado, sigilosamente y la olfateó. El primer contacto. Le gustaba su olor. Le acarició el pelo del cuello lentamente con su cabeza.

Ella, pequeña aún, tenía frío y temblaba.

Entonces, él sacó todo el cariño que se hayaba en su interior, escondido en algún rincón y se puso junto a ella, protegiéndola y dándole calor.

Sintió.

Sintió como nunca antes había sentido.



Ana Mateos

sábado, 11 de junio de 2011

Alguien me dijo una vez...

Alguien me dijo una vez que todo ya estaba escrito en el amor, que todo estaba dicho. Que era imposible añadir una frase más, ni tan siquiera una palabra más. La cosa se volvía repetitiva. Tantos libros atrás, tantos autores que lo han bordado ya desde multitud de ángulos. Tantas metáforas ya empleadas. ¿Qué podrías añadir tú a eso? - me preguntó.

Lo reflexioné por unos instantes. Casi por un momento me lo creí. Bueno, para qué negarlo, me lo creí. Y estuve así durante mucho tiempo, vagando por la vida creyendo que si me enamoraba no iba a ser nada del otro mundo, un fenómeno más, repentino, que acabaría siendo algo que se olvida con el paso del tiempo. Que no repercutiría. Que sería algo más del montón.

Pero entonces, un día, de repente, llegaste tú. Con qué facilidad me rompiste los esquemas. Los echaste por el suelo y, con un beso, me abriste los ojos.

Ahora sé que en las historias de amor no hay una igual. Desde el momento en que cambian los personajes cambia todo su conjunto.

Ahora somos tú y yo. Yo y tú. Nuestra historia.


Ana Mateos