jueves, 31 de diciembre de 2009

Por fin...

Por fin tengo ordenador. Siento que mis ganas de vivir renacen. Dios, sí, un ordenador que no se traba a cada segundo. Un ordenador con tarjeta de sonido. Un ordenador con más de tres programas. Y es MÍO. SÓLO MÍO. Me siento como Gollum con su anillo, sólo que en este caso es un ordenador. Y uno muy mono de sobremesa azul y negro.

Si no fuese porque el otro viejo y asqueroso se lo va a quedar mi madre, le daba de patadas y martillazos. Siento un odio acumulado en mi interior que aún no se ha exteriorizado. Y quién sabe si lo hará.

Pero bueno, en lo que se refiere a mí, empiezo un buen año. Nuevo ordenador y velas de cumpleaños apagadas de un soplo. ¡De uno sólo! ¡Que la luz se fue al unísono! Eso quiere decir que voy a tener buena suerte. De cajón.

martes, 29 de diciembre de 2009

Stop the Radioactivity!

Y mira que a mí no me gusta la electrónica pero... Esto es demasiado genial. Es por decirlo de alguna manera, los comienzos del tecno, cuando tenía hasta mezcla de otros estilos. Por lo visto, este grupo fue bastante famoso en su momento. Una revolución, la cual ha derivado al Tecno pésimo de hoy en día. Alemanes tenían que ser, cómo no.




Stop the Radioactivity!

Dios, qué enganche tengo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

"Es una certeza que...

... las películas adolescentes de los 70 [Grease] adelantaban la vida adulta y las de ahora [High School Musical] retrasan la edad infantil"

Pepe Colubi - Colaborador en Cinemanía

El mundo de las guaguas

Nota al lector.
En jerga canaria:
'Guaguas' es el equivalente a 'Autobuses'
'Coyos' es el equivalente a 'Canis'

Hay un mundo que la gente no suele analizar, y ese mundo es el mundo de las guaguas. Sí, señores. Visto así, suena a soberana mierda, pero no os creáis. No, no. Las guaguas... esas grandes desconocidas. Son sencillamente geniales. En su interior, si observamos bien, hay una jerarquía propia, un mundo en miniatura. Si las analizamos detenidamente, descubriremos de manera minimalista cómo nos comportamos los seres humanos. ¿A que suena bien?

Bien, entro al tema. Si quisiéramos analizar este universo tan extraño, antes debemos dividirlo por fases, que son, por así decirlo, desde el comienzo -en el que la guagua está completamente vacía-, hasta el final -en el que más que un transporte donde van personas, parece una lata de sardinas-.

Pues bien, antes de nada hay que dejar claro que en la pirámide social de la guagua, la cúspide, es decir, el jefe, es el chófer. Que quede claro que es quien manda y al que debemos obedecer. Los chófers, por norma general son muy cabrones. Es extraño ver un chófer que se preocupe lo más mínimo por esa pobre personita, que al arrancar la guagua, se pega el spring y pide suplicantemente que abra la puerta. No, que va. Ser un buen chófer y cumplir bien su trabajo, significa imponer su autoridad y no mostrar nunca sentimiento semejante a la pena.

Pasemos a describir cómo es una guagua por dentro.

El principio, - nada más entrar -, se compone por un par de asientos individuales, destinados sobre todo a las madres con niños tocapelotas o a las ancianitas con o sin bastón, a las cuales les da miedo ir más lejos de estos sitios, ya que no saben lo que se pueden encontrar. De hecho, si por casualidad invades uno de estos asientos, y se da el caso de que una abuelita te ve sentada ahí, procederá a desafiarte con la mirada y no se apartará de tu lado hasta que no te levantes, ya que esos sitios son suyos por derecho divino.

Si seguimos avanzando, encontraremos un pequeño espacio sin asientos, el cual se agradece bastante, ya que cuando la guagua está llena de gente y huele a todo tipo de perfumes y sudores, es el único lugar donde corre un poco el aire. Claro que para no caerse, hay que agarrarse a unos machangos que hay en el techo, con lo que siempre te encuentras con el sobaco de turno estampado en la cara, que justamente siempre está lleno de pelos y sudado a más no poder. Vamos, que parece que lo tenían planeado.

Si nos seguimos adentrando un poco más en los recobecos de la guagua, encontraremos una inmensa mayoría de asientos dobles, los cuales son el símbolo de la vergüenza y el individualismo, así de claro. Cuando entramos en una guagua y buscamos asiento, como ya sabéis, pasamos de largo de la primera fase destinada a las abuelitas y a las madres con niños tocapelotas, y nos adentramos directamente en la fase de los asientos dobles. Lo que toda persona ansía al llegar a esta parte, es buscar dos asientos que estén vacíos, ya que cuando entramos en una guagua siempre sentimos un miedo instintivo, y es el no saber quién nos va a tocar al lado nuestro. Si observamos detenidamente esta parte, veremos cómo todos los asientos dobles están ocupados por una sola persona, y a su lado: nadie. También puede darse el caso de que no haya ningún asiento doble sin ocupar, que todos estén ocupados por alguna persona. En estos casos, yo siempre suelo preferir sentarme al lado de alguna mujer cincuentona que esté leyendo un libro o hablando por el móvil. Así al menos me divierto. El problema de sentarse al lado de alguien de más o menos tu edad es que se crea una tensión que se huele en el ambiente a kilómetros. Es como si cada uno nos estuvíesemos diciendo: "Sé que estás al lado mío". "Me incomodas".

En el caso de que vayas acompañado, ten siempre esto presente: No hables de conversaciones filosóficas en la guagua. Yo en la guagua he tenido debates y discusiones a grito pelado con otras personas, hasta tal punto que solo se nos oye a mí a y mi querido acompañante. Hay que tener siempre en cuenta que la gente también tiene oído, como tú y como yo, y que oyen lo que decimos. Así que mejor no hablar ni de política, ni del aborto, ni de la violencia de género, ni nada de nada. Dejad, queridos amigos, esas conversaciones para cuandos salgáis de la guagua. Dedicaos a hablar del tiempo que hace, de la telenovela que viste ayer o de cómo Luis se enrolló con Cristina, pero ya. Sino, corréis un grave peligro. Yo solo os advierto. Y el peligro en cuestión es que otras personas de la guagua se entrometan en tus conversaciones, diciendo que no tienes ni puta idea de lo que hablas, o recriminándote lo niñata y estúpida que eres.

Para ir finalizando con mi descripción de este mundo simple, pero a la vez, extraño, quisiera hacer mención a los últimos asientos. Esos en los que te sientas, y como estás justo encima del motor, sientes como todos tus órganos vibran y amenazan con salir por tu boca disparados al coyo que está escuchando reggaeton a todo volumen, ya que no tiene otra cosa que hacer en su mierda de vida.

Chófers cabrones, abuelitas antipáticas, madres con niños tocapelotas, sobacos sudorosos, cincuentonas gritando por el móvil, coyos con su música de mierda... Nunca sabremos qué es lo próximo que nos encontraremos en este mundo tan maravilloso.

Chaos Reigns

Quisiera darle un consejo.

Si por casualidad le cae mal alguna persona y se ve en la situación de no saber qué hacer para que le deje en paz o sencillamente quiere dejarle claro que no puede oírle articular palabra porque considera que es sumamente imbécil, tengo la solución a su problema.

Recomiéndele la película 'Anticristo'. Sí, le aseguro que después de verla nunca más le volverá a dirigir la palabra.

Sirve, eh. Sirve.

Microrrelato 6: Déjame Entrar

Y entonces, se dio cuenta. Ya no sentía miedo ni temor. Estaba en paz consigo misma. Ningún otro golpe podría herirla. El dolor se desvanecía en susurros. La calma se apoderó de su cuerpo.

Tumbada sobre el suelo del cobertizo, oyó cómo él aporreaba la puerta.

- ¡Déjame entrar! - gritó enfurecido.

Ana Mateos

lunes, 7 de diciembre de 2009

Paramount Comedy para toda la eternidad

Hoy me ha pasado una cosa horrible. He perdido el mando de la tele. Es lo segundo peor que puede pasarle a un ser humano. Lo primero es ir corriendo por la calle con los auriculares puestos, y que de repente se te traben en vetetúasaberquésitio de la calle, no darse cuenta, seguir corriendo, y que estos definitivamente se traben en la oreja. El dolor es insoportable, y lo digo por experiencia.

Pero bueno, volviendo al tema del mando. Sí, lo he perdido. No tengo ni puta idea de donde está. A eso de las cuatro de la tarde me senté en el sofá. Cogí el mando y empecé a pasar canales con aire aburrido. Encontré en Paramount Comedy un monólogo interesante de Dani Mateo. Y me quedé ahí. FIN. Esto es lo último que sé de mi querido mando. En ese momento, hizo ¡puf! y desapareció. No he vuelto a saber nada de él. Bueno, apagué la tele, y me fui.

Me di cuenta de su desaparición ya bien entrada la tarde, cuando volvi y encendí la tele. Como no, se encendió en Paramount, que es donde lo dejé. Empecé a buscar el mando, y nada, que no lo encontraba. Y así, un cuarto de hora. Luego comencé a desesperarme, hasta incluso llegué al punto de mirar en lugares inhóspitos, como es el retrete o debajo de mi cama. Que vete tú a saber en qué coño estaba pensando para mirar debajo de la cama. Bueno, incluso miré dejajo de la almohada y en la nevera, pero esto ya creo que fue por aburrimiento mas que nada.

Bueno, he de decir que mi televisión tiene un ligero problema. Y el problema es que los canales no se pueden cambiar manualmente, y que solo tengo un mando para cambiarlos. ¿Que qué significa esto? Pues que me voy a quedar la vida viendo Paramount Comedy. Es decir, que si esto sigue así, sin aparecer el mando, viviré y moriré viendo Paramount Comedy. Llegaré al punto en el que me sabré todos los putos monólogos, en el que cuando me hablen de Aída o Camera Café, vomitaré sobre las caras de quienes me los mencionen. Quién sabe. A lo mejor incluso llega a no hacerme gracia Vaya Semanita. Joder, qué triste.

Bueno, podría haber sido peor. Podría haberme quedado en Telecinco para toda la eternidad. Entonces sí que me habría suicidado.