Si ahora nos encerrasen en una habitación por el resto de nuestra vida, sin ninguna posibilidad de contacto con el exterior, no cambiaríamos. Físicamente sí, pero nuestras ideas, lo que creemos, lo que pensamos sobre la vida seguiría siendo lo mismo. En todo caso entraríamos en un bucle de desesperación al principio y luego nos volveríamos al apatismo, a la depresión. Pero estas son reacciones ante la imposibilidad de tener contacto social.
Las respuestas que queramos dar a la vida son diferentes para cada persona. Estas dependen de sus experiencias, de su contexto, de aquello de lo que se rodee.
Sin esto, nunca nos definiremos, nunca nos descubriremos.
Aislarse del mundo significa convertirse a lo estático.
Empaparse de personas, experiencias e historias es lo más cercano a no sentirse perdido.