Antes de nada, creo conveniente presentarme. Me llamo Ana Mateos. De sobra que usted ya me conoce, no ya por el hecho de que usted sea omnisciente, sino que nos conocimos cierto día hace ya algún tiempo. Probablemente usted no reparó en mí, pero yo en usted sí, ya que me sorprendió su trabajo y la manera en la que se encargó de realizarlo. Desde aquel día en el que nuestras miradas se cruzaron ha llovido bastante, aunque supongo que para usted el intervalo de tiempo que ha transcurrido es como para mí de un lunes a un viernes. Usted ha sido la responsable de dar por finalizada la vida de innumerables seres vivos, tanto humanos, como tiburones, como mosquitos, etc. Ha estado cara a cara con el mismísimo Napoleón Bonaparte, con Moby Dick, con los gigantescos dinosaurios… Su trabajo se remonta a tiempos inmemoriales y no ha tenido ni un solo día de descanso. Sinceramente, admiro su labor por encima de todo cuanto existe. Me parece más increíble su profesión que la de aquel director que instauró una nueva manera de ver el cine, más apasionante que la del político que luchó por su pueblo, más emocionante que la del músico que expresa sus sentimientos a través de claves de sol… Y por esto, yo le guardo a su persona un gran respeto. No miedo, ya que el miedo implica rechazo, y la verdad, sabiendo de la experiencia que posee, -lo que yo achaco a que es usted una persona en esencia interesante-, no me importaría para nada, el día que me venga a recoger, claro está, tomarme unas copitas con usted y charlar de la vida, o, si prefiere, la muerte, ya que es esta su verdadera especialidad.
En cuanto al día en que nos conocimos personalmente, si quiere, hablamos de ese tema el día que a usted le parezca conveniente, ya que no me importaría darle algunos detalles al respecto. Espero que acepte a esta mi invitación.
Esperaré impacientemente su llegada,
Un cordial saludo,
Ana Mateos
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