lunes, 14 de septiembre de 2009

Sans la mort, la vie n'a pas de sens


Renaissance



Visualmente hablando, una maravilla desde todos los ángulos. ¿Por qué? Pues porque Renaissance nos presenta una animación exquisita. Animación que mezcla únicamente el blanco y el negro, con, eso sí, todo lujo de detalles. Esto es lo que la hace una película muy llamativa en todos los sentidos.


El gran problema de Renaissance es que cada uno de los personajes representa un topicazo típico de las películas de cine negro. Él, poli rebelde que va por su cuenta. Ella, chica sexy que acaba teniendo la típica relación con Él. Aunque, aún siendo tópicos, la historia es bastante original, y en ningún momento te da la sensación de estar viendo algo que ya habías visto antes. Avalon, la famosa compañía, toma un importante papel, el cual me gustó bastante. Esa necesidad de controlar todos los aspectos de la vida de una persona es lo que la hace tan interesante. Porque partiendo desde este punto de vista, con el paso del tiempo la propia empresa pasa a formar parte de la vida de esa persona. Guión excelente que deja entrever los sutiles aromas del cine francés.

Toda la película se desarrolla en un ambiente harto misterioso. A mí me absorbió completamente, dejándome enganchada al sillón mientras leía los subtítulos de una manera muy concienzuda, quicir, sin querer perderme ningún detalle. Sí es cierto que en algún momento la historia decae un poco, pero esto lo compensa una animación realmente impresionante que no dejará que apartes la mirada de la pantalla. Eso sí, hay que tener en cuenta que aunque pueda parecer el típico film de cine negro, no lo es en absoluto. Como es natural en el cine francés conserva un matiz filosófico muy curioso. En este caso, el tema de la vida y la muerte. Personalmente, me habría gustado que profundizaran más en este tema,
ya que solo lo mencionan en los minutos finales. Minutos que conservan los mejores diálogos de la película.

(spoiler)

"Sin la muerte, la vida no tiene sentido. (...) La vida es tan hermosa... La muerte será dulce. En paz, renazco".
Así son las increíbles palabras del Doctor Muller antes de explicarle a Karas el por qué de tener a Ilena presa. Sin la muerte no podría existir la vida, porque esta carecería de sentido llegado un momento. Y ahí es donde reside el verdadero significado de Renaissance. Naturalmente, él acaba matándola, salvando así a toda la sociedad de la catástrofe que podría llegar a suceder si llegase a conocerse el secreto de la Immortalité.



Le pongo un Sobresaliente Bajo (9)

jueves, 3 de septiembre de 2009

¿Up o Wall-E?

La crítica no se pone de acuerdo. ¿Cuál de estas dos películas es la que ha puesto el listón más alto para los films que vengan en un futuro? ¿Podrá Pixar superarse a sí mismo con el paso de los años?

Aquí están mis opiniones de ambas peliculas:

Up

El comienzo de esta película es sublime. Tan sublime, que incluso hay gente que se ha atrevido a decir que son los minutos más extraordinarios del cine de animación. Yo, personalmente, no me atrevo a decirlo. Estos minutos nos muestran una increíble secuencia de imágenes que relatan de la mejor forma posible la vida de
Carl Fredricksen, -el señor de 78 años que nos acompaña durante toda la película-, desde el día en que conoce a su mujer hasta el día en que ésta muere. Probablemente, a más de uno el principio le sobrecogiese. A mí por casi se me caen las lágrimas. Y claro, nada más ver este espléndido comienzo, te das cuenta de que no estás perdiendo el tiempo.

Los siguiente cincuenta minutos del film transcurren como una presentación de los distintos personajes. Cincuenta minutos que nos harán prestar toda nuestra atención. Pero desde el momento en el que conocemos al "malo, malísimo", toda la historia cae en picado, y entonces, te das cuenta de que es otra historia de niños. Una más.

La amistad, el deseo de aventura y el respeto a los animales son temas que se dan la mano en esta inquietante obra de Pixar. Guión magnífico, con momentos cómicos muy buenos que harán que soltemos más de una carcajada.

Le pongo un Sobresaliente Bajo (9).



Wall-E.


Una película sencillamente magnífica. Viéndola, es cuando realmente nos damos cuenta de que una imagen vale más que mil palabras. Película de ciencia-ficción que nos recuerda a las antiguas películas mudas o a los relatos de los grandes de este género, como serían Bradbury y Asimov. Muchas de sus escenas nos recuerdan también a la increíble película Odisea del Espacio, dirigida por el genial Stanley Kubrick.


Wall-E es un robot que lleva en el planeta Tierra 700 años cumpliendo una única función, la de ordenar e intentar limpiar todos los desperdicios que los humanos dejaron atrás. Tantos siglos en un planeta solitario, hicieron que Wall-E encontrase una propia individualidad. Gracias a esto, este pequeño robot era capaz de sentir y mostrar sus propios sentimientos. Hasta que un día conoce a una robot llamada Eve, y se enamora de ella. Ambos, personajes que rebosan todo tipo de sentimientos, sin necesidad de expresar lo que sienten con palabras, sólo con gestos.

Con esta película, sí me atrevo a decir que es una obra maestra de la animación. Sin tapujos. Y como no, le doy un Sobresaliente Alto (10).

Mapa de los Sonidos de Tokyo



Efectivamente, el viernes fui a ver esta película, la cual participó en el tan importante Festival de Cannes.

Mapa de los Sonidos de Tokyo, dirigida por la directora catalana Isabel Coixet, interpretada por la actriz japonesa Rinko Kikuchi y el actor catalán Sergi López.

La película nos da a conocer a un personaje (Ryu) solitario que camina por las calles de Tokyo con un olor a pescado en las manos. El film siempre va acompañado de la narración de un viejo amigo de Ryu. Narración que va relatando la historia a medida que va sucediendo.

La película presenta unos escenarios muy bien cuidados, elegantes y hasta se podría decir, sobrecogedores. Nos muestra una fotografía sublime. La banda sonora - la mayoría recitada en japonés-, ayuda a sentirnos como si estuviesemos viajando por la propia ciudad de Tokyo. Incluyéndose entre los temas la canción de Èdith Piaf "La Vie en Rose", obviamente cantada en japonés.

Le recomiendo esta película a todo aquel que se sienta fascinado por los escenarios bien cuidados. A esa gente que busque ver una película en todos los sentidos, esteta. Ahora bien, como toda película tiene sus fallos. Si nos fijamos en el guión, vemos un argumento simple, previsible y en ciertas ocasiones, descuidado. Aún cuando la actriz Rinko Kikuchi hizo una actuación bastante buena, el pésimo doblaje de Sergi López hace que la historia se desmorone.

Por todo esto, creo que la pelicula se merece un Notable Bajo. (7 sobre 10)

El Bestseller de moda: Millenium


[Ojo, spoiler]

El libro no puede llamarse una obra maestra del misterio, ni mucho menos. Tampoco se le puede atribuir el adjetivo de excelente. Pero lo que sí se puede decir es que es un libro con una trama interesante y cautivadora. Ésta, me absorbió desde el primer momento, lo que demuestra que Larsson era un buen narrador.

Los personajes, cada uno con su toque característico, son -sin duda-, bastante originales y algunos, me atrevería a decir: únicos, como es el caso de Lisbeth Salander. Protagonista anti-social con un cáracter fuerte, y repleta de pensamientos con odio hacia las personas. Todo esto hace que Sally se convierta en un personaje atrayente desde el primer momento en que entra en escena. A la familia Vanger la presentan como una panda de cerdos del dinero, cosa que hace que despierte la curiosidad. Como es normal, cualquiera espera deslumbrar todos esos trapos sucios de los que tanto habla Henrik Vanger una vez desentrañada la historia, cosa que al final no sucede. Pero está claro cuáles son los familiares importantes -Cecilia y Martin-, los que toman partido en el argumento y, a partir de ellos se centra todo. Al final, tanto profundizar y nombrar personajes de la familia, para luego no saber nada de ellos ya acabado el caso. En mi opinión, es una lástima que Harald e Isabella no signifiquen nada para la historia, a diferencia de en la película, que sí aparece el personaje de Harald. Lo que quiero decir con todo esto, es que me pareció que la familia Vanger queda un poco descuidada. El hecho de que durante la historia solo se centren en unos tres personajes, hace que todo el principio parezca una tontería.

Personalmente, desde el momento en que Henrik le dijo a Mikael, que las ocho primeras flores se las regaló Harriet en su cumpleaños, yo pensé seguidamente que las demás también eran regalo de ella. Y bastantes páginas más adelante seguí con esa misma idea. Lo que pasa es que claro, el autor insistía tanto en que estaban buscando un asesinato, que yo ya deseché la idea. Para luego darme cuenta al final de que tenía razón. La trama no es nada previsible, a diferencia de esto último. Lo único que al sacar esas conclusiones nunca se sabe del todo si son ciertas, y como a mí me paso, las dejé de lado.

Algo del libro que no me gustó es que Lisbeth toma protagonismo demasiado tarde. Todas las investigaciones que hace Mikael antes de descubrir el diario de Harriet con la lista de asesinatos, me pareció mas bien un mero "relleno", ya que como se sabe al final, de autobiografía nada de ná. Al final lo importante es el caso Wenneström y punto. Cosa que tampoco me gustó. El hecho de que los asesinatos y el caso quedasen en el olvido, me lo planteé casi como si todo lo leído no hubiese servido de mucho. Lo dicho, los acontecimientos al final se desenvuelven de un modo brusco.

La relación Lisbeth-Mikael es bastante peculiar, y tiene un aroma que envuelve toda la historia. No me gustó para nada como acabó el libro, cuando se refiere a los sentimientos de Lisbeth. Y quizás solo por eso me lea el siguiente. Tengo ganas de saber como termina todo, especialmente su "relación".

Lo dicho, un libro interesante, con unos personajes originales y un argumento atrayente. A eso tenemos que sumarle, que es un libro bastante ameno. Quizás ahí se encuentre la receta de su éxito. Eso sí, no es una maravilla, y no creo que sea la novela de la década, como otros muchos la nombran. El boca a boca, hace mucho efecto, pero como alguien dijo: "Hay más mundo aparte de los Top Ventas".

Aún así me leeré La Mujer que Soñaba con un Mechero y un Bidón de Gasolina, y La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire. Y ya comentaré.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Qué hay después de la muerte

"De repente aparezco en un espacio completamente blanco el cual no conozco de nada. Nada más aparecer en esta dimensión veo gran cantidad de gente (miles y miles) haciendo cola. Desconozco el por qué de hacer toda esa fila, pero por institnto me pongo en la cola. Entre estas personas hay gente de todo tipo, abuelos, niños, gente de todas las razas, etc.

Nada más ponerme a esperar en esta cola, pienso en el por qué de que esté ahí. Recuerdo que lo último que estaba haciendo era ducharme y de repente, caerme y darme un golpe en la cabeza, con lo cual, llego a pensar que estoy muerta, pero para nada era lo que esperaba que me encontraría. Veo que en la cola hay personas jugando a las cartas, al monopoly, e incluso al parchís. Otras jugaban a la nintendo, otras escuchaban música, otras hablaban solas, lloraban, y un largo etcétera. Yo decidí pillarme un libro que había por allí cerca aunque para nada me resolvia las dudas del por qué estaba en esa cola esperando a no se sabe el qué.

Pasaban las horas, y los días y llegó un momento en el que llegué al final, o lo que viene a ser, el principio. Allí esperaba un hombre con una larga barba blanca que le llegaba por los tobillos.

- ¿Nombre?
- Ana Mateos.
- Aaaah... conque Ana, eh. Según esto, Ana, aqui pone que vienes a por tu quinta vida. ¿Con que has muerto de un golpetazo en la ducha eh? Vaya, que manera más mediocre de morir. Por ejemplo, el chico que estaba delante tuya murió por una sobredosis de pastillas. Y la otra mujer murió de Sida. A la otra la violaron. Otro se ahogó mientras nadaba en su Luna de Miel por las aguas del Caribe. ¿Ves? Esto no está tan mal. Pero darse un golpe en la ducha... por favor...
- Esto... yo...
- Ah sí, las vidas. Bueno, primero por lo que pone aquí fuiste avestruz. Una vida complicada por lo que veo. Si, querías correr y los humanos no te dejaban. Eras una impaciente. Después decidiste ser topo, para tener más espacio y decidir tu camino. Pero qué va, en una de esas cavaste mal y te quedaste sin oxígeno. Madre mía, qué mala pata. En la siguiente decidiste ser un pez payaso, pero oh córcholis, todos los pececillos del arrecife se partían el culo de ti. No te debió gustar, ¿eh cari? Decides ser humana, para ser la dueña de la creación y vas y te caes en la ducha. ¿Te parece bonito? Pse.
- Ehmmm...
- Sí, ya lo sé, soy un bocazas. Pero que quieres mi hija, estamos a Jueves y ya sólo queda un día para el fin de semana, cuando acaba mi turno y me reemplaza ese maldito chimpancé peludo. Y claro, compréndeme, estoy impaciente. Ah sí, que estábamos contigo. Bueno, aquí me dicen que tienes como vidas a elegir: canguro, mosquito, hamster, ballena azul y ácaro del polvo. ¿Qué escoges? Piénsatelo bien, eh..
- Pues mira, me elijo mosquito. Así puedo chuparle la sangre a todos esos cabrones que en humana me hicieron la vida imposible.
- Niña, esa boca. Mira que aunque estemos en el limbo, la educación sigue siendo vigente.
- Perdón.
- Venga, vete ya. Nos vemos en otra vida.
[Glup]

En ese preciso instante, en cierta charca de cierto planeta llamado Tierra nacían unas hermosas crías de mosquito. Quién sabe, allí podría estar naciendo la nueva Ana, o quizás, el vigesimo-tercero de la fila."

Ana Mateos

Las Criaturas del Eucalipto

"Destinatario: Manuel Expósito Hernández
Remitente: Rafael Expósito Romero

“Aquí, hijo, te envío otra carta, para que sigas recopilando mis memorias. Cuídate mucho. Te quiere, tu padre.

Aquella noche de invierno no se divisaba la luna en el cielo. Todo era un mar de nubes que se tragaban la oscuridad. Sólo se escuchaba el viento gritándole a las piedras y el corretear de algunos animalillos saliendo de sus escondites para cazar. El frío y la nieve jugueteaban por entre las llanuras. La vieja casa de mi abuelo se encontraba cerca de un eucalipto. De niño me gustaba pensar que si escalaba ese eucalipto, algún día llegaría más allá de las nubes, en dirección a las estrellas. Incluso llegué a imaginarme que siento tan pequeño como un duende, conseguiría colarme a través de la corteza y desvelar los secretos que se ocultaban dentro.

Siendo el niño hiperactivo que era por aquel entonces, no tenía sueño, así que le pedí a mi abuelo que me contara alguna de sus extrañas historias. Como es normal, me dijo que sí, ya que nunca rechazaba esas ofertas. Salté de felicidad con una sonrisa de oreja a oreja. Y comenzó así:

Hace mucho tiempo, antes de que tú y yo naciéramos, nuestros antepasados habitaban en esta casa. Todo era igual a como es ahora. Las paredes, las habitaciones, la chimenea, la llanura y, como no, el eucalipto. En aquella época, vivía aquí un niño de más o menos tu edad, que soñaba con sobrevolar las nubes como tú, más allá de la copa de los árboles, o quién sabe, encontrar los secretos que guardaba la tierra bajo sus pies. Cierto día que su padre se quedó dormido al lado de la acogedora chimenea, el niño decidió conseguir su sueño. Salió de la casa y miró al eucalipto, dispuesto a escalarlo como pudiese. Se arremangó la camisa y comenzó a trepar con el objetivo de llegar más alto que las estrellas. Colocaba un pie en una rama, el otro en la otra rama, y así sucesivamente hasta que, definitivamente, llegó un momento en el que se cansó. Alzó la mirada a la copa, pero lo único que veía eran más y más ramas, pero sus ojos de niño divisaron en lo alto un cielo azul y luminoso por donde volaban dragones e hipogrifos. Decidió parar un momento su ascensión y sentado en una rama contempló la llanura nevada. Bajo sus pies, treinta metros más abajo, yacía la ahora pequeña casa. Con una sonrisa de satisfacción se apoyó en el tronco y cerró los ojos. Sintió como sus pies colgaban y como su mente comenzaba a volar más allá de la realidad. Al despertar de sus sueños, notó como la rama del eucalipto había desaparecido. Ahora se encontraba en un sitio muy estrecho y oscuro. Miles de ojos diminutos estaban clavados sobre él. Unas caritas enfadadas discutían entre ellas acaloradamente. Muchas vocecitas chillonas sonaron en sus tímpanos.

- ¡¿Cómo es que habéis atrapado a un humano?! - exclamó una vocecita femenina. Voz con tonos de jefa.
- Es un crío, no nos supondrá problemas. – dijó una voz de varón muy aguda.
- ¿Eso crees tú? – contestó la misma voz. – Precisamente por eso nos costará muchos problemas. Cuando salga de aquí contará de nuestra existencia a todos los demás humanos y entonces sí que estamos perdidos. ¿Acaso no recordáis la muerte de Kialt? Aquella vez que los humanos lo atraparon en una trampa para ratones pensando que era uno de ellos.
- Claro que lo recordamos. Pero entonces, ¿qué hacemos? – preguntó otro gnomo.

El niño, mientras tanto escuchaba la conversación de aquellos seres diminutos en silencio. Pero uno de ellos se dio cuenta de que había despertado y gritó:

- ¡Escuchad! ¡El crío ha despertado! ¡Mirad como nos mira! ¡Con esos ojos enormes y apuntándonos con esa nariz con dos agujeros tan grandes y sucios como el estercolero de una vaca!
- ¡Callad! ¡El humano ya sabe de nuestra existencia! – respondió la misma voz femenina que antes. - No podemos cuidarle durante toda nuestra vida y sería muy cruel dejarlo pasar hambre. Dormidle y dejadlo en el suelo, con suerte no se acordará de nada cuando despierte.

Y así fue. Los gnomos sumieron al niño en un sueño profundo y lo llevaron nuevamente al suelo transportándolo a través del interior del tronco del eucalipto. Una vez despertó, el niño se vio tumbado nuevamente en su cama con el rostro de preocupación de su padre.

- ¡Papá! ¡Papá! ¡Si supieses lo que me ha pasado!”

El viejo Rafael Expósito selló la carta y se sentó en su mecedora a fumar su pipa. Seguidamente, vino corriendo su nieto.

- ¡Abuelo! No puedo dormir. ¿Me cuentas una de tus historias?
- Claro que sí.

El niño saltó de alegría. Y el abuelo comenzó así:

- Escucha. Hace mucho tiempo, antes de que tú y yo naciéramos, nuestros antepasados habitaban en esta casa. Todo era igual a como es ahora. Las paredes, las habitaciones, la chimenea, la llanura y, como no, el eucalipto…"

Ana Mateos

Callejón Sin Salida

"Cualquiera que hubiese estado observando aquel callejón se habría fijado en una mujer con el rostro pálido y los ojos humedecidos. Si las ratas hubiesen estado atentas, habrían oído el ligero caminar de unos tacones de aguja en la calzada.

Pero la noche estaba desierta.

Mientras las ratas rebuscaban entre la basura, los humanos se escondían en sus hogares resguardados del frío del exterior. En el viento, sólo se percibían las notas de un piano, que seguramente provenían de alguna casa de los alrededores. Las nubes amenazaban tormenta. Incluso ya se podían escuchar algunos truenos a lo lejos.

No sabía dónde me encontraba. Aquellos callejones me eran totalmente desconocidos.

Un gato negro se agazapaba en un rincón con un ratón muerto entre las fauces.

Seguí caminando con un trote rápido, sumida en mis pensamientos. No sabía adónde me dirigía, pero tampoco me importaba demasiado. Quería estar sola. Sólo deseaba estar lejos de mi hogar. Lejos de la rutina que apoderaba mi cuerpo y mi alma día y noche.

Un ciego pedía limosna en una esquina. Su voz desprendía un lamento quejumbroso.

Al pasar al lado suyo, sentí un escalofrío. Seguí caminando por las empedradas calles de esta ciudad tenebrosa. No quería volver la vista atrás. No quería mirar el camino por dónde había venido. No quería pensar que atrás pudiese estar mi marido observándome con desprecio. Un fuerte miedo inundó mi ser. Yo le quería, sabía que le quería. De lo único que no estaba segura era de que si él me quisiese a mí.

El viento retumbó en los tejados de las casas y maniobró por los callejones estremeciendo hasta la última piedra existente.

De pronto, sentí como el frío recorría cada milímetro de mi cuerpo. Me estremecí y me dejé caer en el suelo sucio y mugroso, cubierta por el desparpajo de la tristeza.

Sumida en sus divagaciones, la mujer no se dio cuenta de que un gato negro se iba acercando más y más a ella. Sus pupilas dilatadas la miraron fijamente como intentando encontrar una respuesta en su mirada. Entonces, se aproximó con cautela. La mujer, sorprendida, le dejó acercarse y sentarse en su regazo.

En aquel momento, sentí como aquel gato negro me proporcionaba el calor que mi cuerpo necesitaba. Pude notar como el frío desaparecía por momentos. Entonces deseé no apartarme de ese bienestar nunca por temor a que el frío y la tristeza volviesen a apoderarse de mi cuerpo.

El gato ronroneó y el murmullo chocó en los tímpanos de unos ratones que se encontraban cercanos. Segundos después, unas siluetas pequeñitas comenzaron a correr."

Ana Mateos

Cartas de un Amor Marchito

"Primera Carta
La felicidad huyó de nuestro hogar. No le parecía cómodo ni elegante. No le gustaba el olor ni tampoco el sonido de nuestros gemidos al hacer el amor. Un día cualquiera decidió abrir la puerta e irse por donde había venido. En su lugar, vino la tristeza. Buscó un escondite desde el cual nos vigiló cada día. A cada momento, allí estaba la tristeza acechando. Con tono sarcástico se reía de nosotros. Hacía malabares con nuestros sentimientos, cambiándolos de rumbo, tirándolos al suelo. Intentamos huir de su embrujo, de su astuta mirada, pero no fuimos capaces. Dondequiera que estuviésemos, ella nos observaba y dirigía nuestros pasos cuales marionetas. La tristeza, en poco tiempo, logró confeccionar su propia estancia entre nosotros. Llegabas a casa después de trabajar, y te la encontrabas preparando la comida o escribiendo en el ordenador. ¿Por qué no la echaste a tiempo, antes de que se apoderara de nuestros corazones? Supongo que estabas demasiado cansado o simplemente, no te incordiaba lo suficiente.

Segunda Carta
El cadáver en descomposición de una cucaracha aplastada en el suelo, se pudre con el paso de las horas. Todo pasa demasiado despacio. La niebla me impide ver tu rostro. Quisiera gritarte y decirte que todos aquellos días de alegría realmente no existieron, que todo fue un error del destino. Que no me duele que me hayas abandonado. Pero no me atrevo. Soy demasiado débil como para mentirme a mí misma. Tú nunca me comprenderás. Y aún así, no dejo de pensar en ti.

Tercera Carta
Un día me desperté y vi el color de la mañana. Vi como el Sol se levantaba de nuevo, una vez más. Pero entonces pensé y comprendí que el Sol realmente nunca cayó sobre el lecho, sólo dejó que la Luna ocupara su lugar para que él pudiese seguir haciendo su tarea por otros rincones del mundo. Él nunca tenía que volver a levantarse, simplemente, siempre estaba ahí. Entonces, deseé ser como él. Ansié no tener que volver a levantarme nunca más, y dejar que mi alma volase por otros lugares alumbrando los corazones de la gente, para que nunca sufriesen la tristeza que yo sufrí. Para que nunca perdieran la esperanza como lo hice yo.

Cuarta Carta
Ayer leí que en nuestro planeta hay cerca de seis mil millones ochocientas mil personas. Todas con sus ideas, sus pensamientos, sus problemas. Muchas al borde de la muerte, esperando a que las parcas corten el hilo de su vida. Otras sólo bebés. He decidido descubrir a las personas que me rodean. Comprender el significado de sus sentimientos y emociones. Quizás conociéndolas, consiga conocerme algún día a mí misma. Mientras tanto, te deseo un buen camino compañero. Con tu tinta roja, has escrito uno de los capítulos más amargos de mi historia."

Ana Mateos

La Realidad en Sueños

"El ambiente que se respiraba a mi alrededor me era familiar. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero tampoco me importaba en absoluto. Me hallaba en una habitación más o menos pequeña con paredes tapizadas de color negro. En un rincón había una lámpara que me facilitaba ver. Un sofá gris posicionado en el centro me provocaba un ligero recuerdo, y por instinto, me acomodé en él. La estancia era tenue. Desde el sofá observaba la habitación. De repente, me di cuenta de que junto al sofá se hallaba una mesita pequeña de cristal con un cenicero ya usado, una cajita de cerillas y un paquete de cigarrillos. No me hice de rogar y cogí uno, que encendí con una de las cerillas. La primera bocanada me mareó, faltándome el aire. Mis dedos flácidos soltaron el cigarro que cayó sobre la alfombra. Cerré los ojos para quitarme el mareo. Mi cabeza daba vueltas, y mi garganta estaba seca. En menos de un minuto, me recuperé por completo. Abrí los ojos y vi como las llamas se arremolinaban a mi alrededor, pero pude darme cuenta de que aquel tugurio había desaparecido. Ya no existía tenuidad alguna, aunque seguía sentada en un sofá. Ahora me encontraba en mi casa. Tardé en darme cuenta de lo que pasaba. Ese hogar en el cual hasta hace poco había vivido, ardía en llamas. Me levanté en un acto desesperado, y corrí como pude hacia la salida. En el camino me tropecé con la alfombra, dándome un fuerte golpe en la cabeza. Las llamas se acercaban más y más. El sentido de la razón me dejaba sola, muerta en el suelo que hasta hace poco había pisado. El fuego besaba mi carne. Y entonces, decidí irme con él, y soñar juntos por siempre."

Ana Mateos

La Historia de dos Idiotas contada por uno de ellos (Segunda Parte)

Destinatario: Curial Buñuel Moliné, C/Mayor, nº51, 3ºC, Barcelona, España


“Sentado en el balcón, observando la lumbre del horizonte y las dunas de las playas de Fuerteventura, con mi quesito, mi güisquito y mi buen cigarrito; me propongo contarle mis nuevas con mi amigo Gorka. Ya sabe usted, mi señor, que conocí a Gorka en ese país pa’ ya pa’l norte. Sí, sí, el País Vasco. Lo conocí en una situación un tanto comprometida, con toas’ esas señoras rechonchas con faldas de un lao’ pa’ otro. Sabe también, que prometimos en esa carta que le mandé, recorrernos el mundo en busca de quesos de todos los sabores. Y el primer destino; rumbo a Fuerteventura. Dicen, que en esta isla ida de la mano de Dios, hay un queso exquisito llamado “Queso Majorero”. Como usted comprenderá, mi señor, no teníamos intenciones de morirnos sin haber probado este manjar digno de los propios dioses. Así que, cogimos el primer avión que se nos presentó delante, y ale, rumbo pa’ Fuerteventura. Pues, desde que hemos llegado a esta isla llena de sol, dunas, arena, palmeras, y un sinfín de cosas más, llevamos una vida de hippies, hartándonos a comilonas gastronómicas catando quesos en todos los restaurantes que podamos. Nos tiene que ver buen hombre. Yo, con mi acento andaluz, mi barba de peregrino y una sonrisa de oreja a oreja; y Gorka, con ese acento que tiene del norte y ese barrigón de hombre que demuestra que ha comío’ mucho en su vida. Pobre hombre, no sabe usted lo que ha sufrío’ en este viaje. Dios mío, sin salir una vida entera de su tierra, -tierra fría, llena de verde y mucha vaca-, se va justamente al sitio donde hace más calor, donde solo hay unas pequeñas hierbas y to’ son cabras.

Dejando a un lado el sufrimiento que puede haberle acarreado este bochorno inaguantable a mi querido Gorka, he de decirle que hemos conocido a gente muy simpática, ciertamente. Dejando a un lado lo bien que lo pasamos en las playas, con nuestras gafas y aletas, nuestros bañadores y nuestro buen humor; le contaré cómo sufrimos por llegar a un pueblito ido de la mano de Dios, donde sólo había un bar, un museo sobre molinos y… ¿adivina usted? ¡La tienda donde vendían los mejores quesos de toda la isla!

Nos hospedamos en el Puerto del Rosario, un sitio con olor a pescado y donde la brisa marina te estampa en la cara cada vez que sales a la calle. Llegamos al hotel a altas horas de la madrugada, así que fue llegar y ponernos a dormir como locos. Nada más despertarnos, las barrigas nos pedían comida, con lo que fuimos corriendo a desayunar. Le juro por mi madre, Sr. Curial, que nunca en mi vida había visto desayuno más asqueroso. Lo único que tenían eran unos pocos cereales, alguna galleta María, pan y cafés aguados. Ni queso, ni tostadas, ni salchichas, ni huevos fritos, ¡ni siquiera un mísero dulce! Gorka y yo nos irritamos indudablemente, no entraba en nuestros planes morirnos de hambre nada más empezar el primer día. El desayuno es lo más importante, compréndalo. Con lo que fuimos directos a hablar con el encargado de la cocina. Y así entré yo con estas buenas palabras en la cocina:

- Perdónenme mis señores, ¿pero alguno sería capaz de mostrarnos al encargado de todo esto?
- Buenos días caballeros – dijo una firme voz de mujer detrás nuestra.

Ambos nos giramos casi a la misma vez y contemplamos a una mujer de pelo alborotado vestida con traje de chef.

- ¿Pueden decirme qué quieren? – preguntó la mujer con aire de superioridad.

Gorka se me adelantó y contestó.

- Buena mujer, estamos aquí protestando, por el simple hecho de que pensamos que la comida servida en el desayuno es muy escueta. Para nada es lo que pensábamos que…
- Chacho, a mí no me vengan a decir eso –interrumpió la mujer-. Son las doce de la mañana y se nos ha acabado casi todo lo que pusimos desde las siete. Cerramos el desayuno a las doce y media por los más rezagados como ustedes. Si llegan tarde no es problema del hotel. ¡Aquí se come pronto si se quiere pescar algo! ¿Entienden?
- Perdón, perdón… Pero tenemos hambre y el hotel dijo que pagaba el...
- Déjense de pamplinas. Adiós. Ale, ahora hay que cocinar el almuerzo y no tenemos mucho tiempo, porque los guiris tienen esa magnífica costumbre de comer lo más pronto posible.

Y así sin más, la mujer nos dejó con la boca abierta y como unos niños chicos cogimos la puerta y nos fuimos con el rabo entre las piernas al Café de Chona y Chano, justo al lado del hotel. Nada más entrar, nos sentamos en la barra, y así le dije al camarero:

- Oiga, nos acaban de echar del desayuno del propio hotel por dormilones, es nuestro primer día aquí, tenemos hambre y le diré también una cosa: hemos venido a Fuerteventura a por queso. Así que, o nos pone delante algo o…
- Vale, vale. Cálmese, cálmese. ¿Qué tipo de queso quieren?
- Hemos oído hablar del queso majorero, que dicen que es de lo mejorcito por aquí.
- Eso que ha oído es bien cierto, pero le recomiendo a usted y a su amigo, que si de verdad tienen tantas ganas de comer queso, les aseguro que no van a encontrar mejor sitio que Tiscamanita, un pueblo que se encuentra un poco lejos, pero posiblemente tiene lo mejor.

Cuando nos contó ésto, nos dejó con mucha curiosidad, así que intentamos pillar medios para llegar a este maravilloso pueblo. Cuando oímos como podíamos llegar al pueblo, nos cansamos solo de oírlo, créame. Desde el Puerto del Rosario no iba ningún autobús en línea directa, con lo que debíamos coger uno que nos llevara a no sé qué sitio, para una vez allí, coger otro que nos llevara a Tiscamanita. Resumiendo, eran dos horas, sin contar lo que había que caminar para llegar a la tienda, que estaba en la montaña rodeada de cabras.

Señor Curial, tiene que comer un buen queso de cabra. No se preocupe, como verá le mandó uno -de los quince que compramos- con esta carta y así podrá fardar con sus amigos catalanes, de haber degustado uno de los más exquisitos manjares de esta tierra. Además, ya decirle que entre Gorka y yo, hemos hablado que ya que tenemos mucho dinero entre los dos, podemos irnos más y más lejos. Ya sabe las historias sobre el queso argentino, ¿no? Pero como sean en la Argentina tan idiotas como en las telenovelas de la tres, me lo pensaré mejor. Besos a su mujer. Cuídense mucho. Y no olviden comer mucho.”

Ana Mateos

La Historia de dos Idiotas contada por uno de ellos.

Destinatario: Curial Buñuel Moliné, C/Mayor, nº51, 3ºC, Barcelona, España


“No sé si alguna vez le habré comentado mi pasión por los quesos. Me gustan de todos los tamaños, de todos los sabores, de todos los colores… ¿De sándwich? Me parece bien. ¿Tierno? Mejor todavía. Todos los días me zampo pa’ la comida, un buen queso tiernito, con su buen punto de sal. En la hora de la merienda, el queso es fundamental. Suelo poner platos mixtos, los cuales contienen quesos de todas las variedades. Cuando tengo la oportunidad de ir a un restaurante, procuro siempre que tenga como entrantes; quesos. Y aún no me conoce cuando veo un queso en mal estado… Sinceramente, mi gusto culinario en cuanto a los quesos es muy refinado. Y es por esto, que hago locuras por estos manjares.

He de decirle, que tengo la enorme gratitud de conocer a una persona -de nombre Gorka-; la cual no tiene los mismos principios que yo, ni es parecida a mí en cuanto al físico. Tampoco tenemos admiración por el mismo tipo de mujeres, ni tenemos los mismos gustos. En cambio en uno sí; -¿adivina?- nuestro gusto por los quesos. Aunque posiblemente, yo sea un poco más maniático –permítame reconocer que lo digo en un tono sarcástico-.

Mi amigo Gorka es de la tierra lejana de Euskal Herria; en cambio ya sabrá usted, que yo, andaluz, de pura cepa, sí señor. Un lejano amigo mío me dijo que el queso de la montaña vasca; muy exquisito -aunque he de reconocer aquí presente que como el queso de cabra, ninguno-. En fin, me propuse hacer un viaje a Euskadi, por probar ese gusto. Ya sabrá usted, que no es lo mismo probarlo en la tierra de origen, -el cual está en su buen punto, sabroso- que comprarlo en la quesería más cercana por mucha confianza se tenga. Al llegar a esa tierra llena de verde, aire puro y mucha vaca, me hice propiedad de una buena guía de restaurantes y establecimientos similares. De inmediato, busqué en el índice -4 páginas, madre de Dios- algún establecimiento famoso en quesos. Los siete primeros; cinco estrellas. Los once siguientes; cuatro. No seguí mirando. Pero me parecía –perdóneme usted por la palabra contigua, palabra malsonante donde las haya- jodido, el encontrar un buen establecimiento, donde tenga la grata oportunidad de encontrarme con queso del bueno. La mejor calidad por favor. Así que cogí el coche, y en un acto desesperado me dirigí a Bilbao, la cual no está muy lejos del aeropuerto en el que me hallaba. Nada más llegar, fui sin rumbo por las calles, buscando algún sitio en el cual supiese –no con seguridad, pero quizás por el tipo de establecimiento- un buen lugar donde pudiese comprar quesos. Aparecí de repente en un ultramarino, ni me di cuenta cómo llegué o por dónde pasé. Entré –tenía este tipo de alarmas automáticas que avisan de un cliente-, pero vea usted, Sr. Curial, que ni yo pude oír el sonido de dicha alarma. Fíjese, tal era el estrépito. El ultramarino, imagine, era un pasillo el cual tenía a cada lado estantes, donde yacían objetos de todo tipo; alimentos, herramientas, etc. Una cola de señoras rechonchas y con faldas -¿mencioné en líneas anteriores el frío que hacía?- se peleaban entre ellas por su puesto en la cola. Al fin de dicho pasillo, un hombre corpulento con los brazos en jarras y un delantal, mostraba cara de cierta preocupación.

- ¡Gorka! ¡Gorka! ¡Que la Bernarda se me cuela Gorka! ¡Haga algo!
- ¡Ni caso Gorka! Usted sabe mi señor, que yo llevo comprándole aquí desde hace treinta años, y nunca, mire, nunca le he causado ningún problema.

Por estos gritos y más, era coherente suponer que el tal Gorka era el hombre antes mencionado, el cual no sabía yo, no tardaría en ser de mis mejores amigos. Me dirigí hacia el hombre, pasando por toda la fila de señoras, con un aire despreocupado, pero disimulando, no vaya a ser, se me echaran encima. Solo quería preguntar –usted compréndame-. No quería colarme, ni nada similar. Por fin, llegué hasta donde se encontraba, y con estas palabras le dije;

- Perdóneme usted, señor. Pero, ¿me podría decir algún establecimiento en el que se venda buen queso? Creo, ya me entenderá. Queso del bueno. El rico. El de la tierra.

Tan convencido le hablé que el tal Gorka, sin dudarlo un instante me dijo:

- ¿Usted es extranjero? Es muy difícil, que un hombre me venga por aquí preguntando tamaña cosa. Veo que le gustan los quesos, y solo le puedo decir que el mejor sitio donde los puede encontrar es en la quesería “Izquierda viene de Euskadi” -¿bonito nombre eh? Ahí hay de todo, créame usted. Pero, si lamentablemente es extranjero, me temo que usted solo, se pierde para llegar. Que míreme, estas calles son una encrucijada si no se las conoce bien.
- Si eso me dice, me temo que será difícil llegar. Y yo, digo aquí presente, que no me voy de Euskadi –si señor, no soy de esta tierra verde, soy de más al sur; Andalucía- sin un buen queso en la mano… O más, que la mochila que llevo a la espalda no está muy cargada.
- Señor, me ha caído bien. Poca gente se viene solo a esta tierra por queso. Yo, quiero irme a Canarias a comerme un buen queso de cabra. ¿Y sabe que le digo? Que a estas señoras las conozco de toda la vida, y no me dirán nada por cerrar diez minutos antes. Así que, cojo la puerta y nos vamos, ¿le parece? ¡Qué yo no estoy para más tute!

Y así fue. Palabra por palabra. Sr. Curial, nunca había hecho un amigo tan fácilmente. Me dirigió por las calles de Bilbao. Pero créame mi buen amigo, a Gorka, se le olvidó un pequeño detalle en la charla. ¿Por qué caminar por las calles de Bilbao? Pues se lo diré yo mismo; para salir de esta ciudad. La quesería de la que me hablaba… ¡Estaba a cincuenta kilómetros de la ciudad! Dios mío, le prometo que cuando me lo dijo, me quedé estupefacto. Resultó ser, que el buen hombre me llevaba a la quesería de su hermano, y al verme con una cara tan convincente, se dijo; “Este se apunta a un bombardeo”.

Eso sí, me fui del Pais Vasco, con veinte quesos bajo el brazo. Me tuve que comprar una maleta solo pa’ ellos. En Andalucía devoré como un loco, con una persona más; mi fiel amigo Gorka. En este viaje, decidimos, que recorreríamos el mundo como dos grandes idiotas, en busca de los mejores quesos. El siguiente destino; Fuerteventura.

Y aquí tiene Señor mío, la historia de dos idiotas contada por uno de ellos.”

Ana Mateos